domingo, 24 de octubre de 2010

Héctor Infanzón - "Nos toca" hacer nuestros propios discos, expandir nuestra propia voz.


Aprovecho este Disco para compartir una excelente entrevista-artículo a cargo de Eugenia Montalván Colón para Unas Letras aquí el texto original.

La música de Héctor Infanzón, un “viaje emocional”
A Mérida le hace bien la música. Me di cuenta en el silencio absoluto del teatro Peón Contreras cuando Héctor Infanzón tocaba el piano una de estas noches de abril, inesperadamente frías. Con su trío, Giovanni Figueroa (percusiones y batería) y Aarón Cruz (contrabajo), hizo una aportación monumental al programa del 2 Festival Internacional de Jazz, que -por fortuna-, también reservó presentaciones para Infanzón solo.

Su aportación rebasó el show. Impartió clases, improvisó en el patio de la ex escuela primaria Andrés Quintana Roo frente a un piano que no era de la calidad que esperaba, regaló y vendió CDs él mismo, se tomó fotos y gozó las calles. Con razón la crítica considera su obra magistral; lo es sin duda, pues se brinda a través de ella.

-Empecemos por la historia de su trío.

-Es un trío nuevo y diferente a lo que había estado haciendo durante 12 años con mis anteriores compañeros, Héctor Infanzón Quartet, conformado por Waldo Madera, en la batería, Armando Montiel en la percusión y Rodrigo Cárdenas en el bajo, con quienes venía haciendo un trabajo con composiciones mías, y con presentaciones en festivales tanto nacionales como internacionales; un trabajo que gustó muchísimo y se plasmó en un disco que se llama nos toca (2000), pero los muchachos hicieron compromisos con otros artistas, y se dio la coyuntura de que los tres se fueron de la ciudad. Waldo y Armando a Cuernavaca, y Rodrigo a Miami.

La separación coincide con la búsqueda de un trío más acústico, explica Infanzón, pues el cuarteto era mucho más explosivo, podríamos decir.

Este trío, precisa, es más íntimo porque así es la música que estoy componiendo actualmente, y estoy muy contento con haber encontrado a dos grandes músicos, como son Aarón Cruz en el contrabajo y Giovanni Figueroa en la batería/percusión.

-Desde luego usted exige en sus músicos un virtuosismo excepcional, al menos es lo que el público percibe, indudablemente, pero ¿cuáles son en sí los requisitos que deben cumplir?

-Son meramente musicales. Ser virtuosos, desde luego, pero lo importante es que ese virtuosismo tenga un concepto musical. Estoy buscando el color de la música mexicana –huapango- combinado con la música afro caribeña que he venido explorando conjuntamente con el concepto de música de cámara.

Esta idea me lleva a buscar músicos de calidad, que puedan responder inmediatamente a estas dinámicas y a la fluidez de ideas, y que puedan ejecutar la música que estamos haciendo de manera inmediata en los ensayos. Ellos responden perfectamente porque son muy buenos instrumentistas, además son muy jóvenes, eso me motiva, y hay una energía que se está refrescando ahí (en el escenario, los ensayos, las giras, etc.).

-Quizá esa energía es lo que le da un toque divertido a sus actuaciones. Me di cuenta que el escenario se ríen entre ustedes y manejan perfectamente el lenguaje de las señas.

-Es una comunicación visual que surge a partir de la música misma. Es como coquetearnos en el escenario. Nos miramos, me proponen algo y yo me voy por ahí, o al revés, yo propongo y ellos me siguen. Se amalgaman cosas que son espontáneas, porque aunque hayamos ensayado, aunque sepamos la manera en como hacemos los temas, siempre dejamos una parte al escenario. Hay, sin embargo, cosas ensayadas con muchísima precisión para que tengan, como te decía, la coloratura de música de cámara. Así es como concibo el jazz, aunque pueda ser libre (en esencia), pero para mí tiene un orden. La adrenalina fluye en el escenario, y eso nos divierte.

-¿Cómo y cuándo ensaya su trío?

-Nos reunimos un par de veces a la semana tengamos concierto o no. Revisamos el material que tenemos, ponemos nuevos temas, hacemos ensambles… exploramos sonoridades, o sea, orquestamos el trío, digamos. Me gusta mucho pensarlo como si fuera un ensamble orquestal. He tenido la oportunidad de trabajar con orquestas sinfónicas, y componer y hacer arreglos para algunas, por eso me gusta explorar toda la gama de coloraturas, timbres y matices, y es así como concibo el trío. Trabajamos muy meticulosamente estos aspectos, es muy divertido, la verdad.

Este trío tiene dos etapas. En diciembre del año antepasado (2003) nos juntamos para hacer una fecha en el Club de Jazz Papa Beto de México. Tenía ganas de probar este colorcito, meramente como una jam session. Los muchachos ya habían montado algo de mi música, hicimos un ensayo y salimos a tocar. Finalmente vino el Festival Internacional de Medellín al que no podían asistir mis compañeros del cuarteto, y entonces llamé a Giovanni y a Aarón y nos ponemos a ensayar intensamente para debutar allá y, bueno, fuimos la sorpresa del festival, puedo decirlo con mucho orgullo. La presencia de México gustó mucho. No obstante la presencia de gente muy reconocida: Dave Valentin, Dave Samuels, Chano Domínguez…

El pianista Héctor Infanzón (México, D.F., 1959) desde los 17 años ha dedicado su vida al piano. En esta entrevista nos cuenta cómo se enteró de la existencia de la Escuela Superior de Música, cuándo decide dedicarse al jazz, y qué ambiciones tiene como compositor. Entre tantos temas, habla, además, del esfuerzo triple que representa ser un músico de su talla con la responsabilidad de estudiar, mantener a la familia y crear ensambles, aparte de dedicarle una buena cantidad de horas diarias al Internet para estar al tanto de los circuitos internacionales del jazz.

-Leí en su breve biografía (El jazz en México. Datos para una historia, FCE, 2001) escrita por Alain Derbez que empezó a estudiar el piano a los 17 años. Un inicio bastante tardío para el virtuosismo que ha conseguido ¿no es cierto?

-Empiezo tarde porque yo venía jugando con la música desde muy chavo; en casa se vive todo el tiempo con música, mis papás oyen de todo tipo. Había instrumentos en la casa, mi papá tocaba varios: el tres y guitarra, arpa, violines. Así crecimos. Yo empecé a tocar la guitarra en la secundaria, y cuando entré al CCH vi a un muchacho que estaba con sus partituras y sus notas, y me dijo que estudiaba en la Escuela Superior de Música. ¿Y eso se enseña ahí?, le pregunté. En ese momento se me abrió un mundo nuevo. Yo no sabía que existía la Escuela de Música, y entré. Estaba en la República de Cuba, ahí en el Centro (Ciudad de México ).

Se me planteó la primera posibilidad de estudiar música en serio, -continúa- hice mi examen, me quedé en guitarra, pero a la semana probé piano y empecé las clases desde cero.

Después, cuando me di cuenta de lo que implica el instrumento me volqué a él. Para mí se acabaron las idas al billar, el futbol, que me encantaba, y todo por disfrutar el placer enorme de haber encontrado lo que sería mi vida. Sentarme horas al instrumento y explorarlo era lo más hermoso que me podía pasar.

-¿Y tenía piano en su casa?

-No, empecé con un organito chiquito que me prestó mi tía. Al año, mis papás hicieron un esfuerzo enorme y compraron el primer piano. Me acuerdo que costó 6 mil pesos, ¡una lana! Era el año 79, o por ahí. Por mí no hubiera hecho otra cosa aparte de dedicarme al piano. Sin embargo, mi mamá insistió en que acabara, así que tan pronto recibí mi última calificación salí y no volví más.

-¿A partir de cuándo se dedica de lleno al jazz?

-Paralelamente a mi formación académica estuve explorando la música popular. Empecé con la afro caribeña porque siempre me llamó mucho la atención, y hasta la fecha es lo que más hago. Después acompañé a muchos cantantes (Eugenia León, por ejemplo) y en algún momento, bueno, la evolución de mi propio gusto me llevó a explorar más la improvisación, y ésta me llevó necesariamente al jazz. De hecho ya lo venía escuchando. Es más, cuando mi papá llevó el primer disco de Oscar Peterson a casa, enloquecí. Entonces fue cuando dije que eso era lo que yo quería hacer en la vida.

Y, desde 1989, cuando formo el trío Antropóleo con Agustín Bernal y Toni Cárdenas hacemos como un taller, y empezamos a estudiar el bebop, aparte de todas las corrientes dentro del género del jazz, montamos temas y empezamos a probar todo lo que se nos ocurría. Creo que este trío marcó una época en el medio musical en México. Muchos chavos hasta la fecha tienen referencias de él, mientras que para nosotros fue un taller. Así me seguí, narra, hasta que en el 91 se desintegra este trío.

Posteriormente, explica, formo el cuarteto con Rodrigo Cárdenas (bajo), Waldo Madera (batería) y Armando Montiel (percusiones), y éste dura 13 años. Ahora estoy en una etapa diferente. Se refiere a la integración de su trío con Giovanni Figueroa en la batería y percusiones y Aarón Cruz en el bajo, con el que brindó una asombrosa actuación en el 2 Festival Internacional de Jazz en Mérida este abril en el Peón Contreras.

-¿Cómo ha ido madurando su obra compositiva?

-Afortunadamente ha evolucionado. Sigue teniendo el color de la música afro caribeña, pero no del tipo cubano, puertorriqueño o dominicano, sino mexicano. Cada vez lo veo con más claridad; cada vez identifico mejor mi propio color. La vena composicional la traigo ahí, y ahora le estoy dando mucho más prioridad, incluso.

Paulatinamente fui tocando menos standards para darle más cabida a mi obra. Siento que estoy diciendo lo que quiero decir, además de que sigo aprendiendo de los standards, claro, pero eso lo hago en casa. Mi obra es una extensión de cómo toco y si no la promuevo yo, ¿quién?, por eso cuando salgo al escenario toco pura obra original.

-Supongo que Impulsos (2004) es la culminación de ese trabajo personal al que se refiere, ¿es así?

-Sí, fíjate que este disco tiene la característica de que explora mi parte pianística y composicional al mismo tiempo; me gusta mucho por eso. Es de puras improvisaciones. Me puse a grabar y esto fue lo que salió.

-¿No escribe su música?

-Cuando compongo sí, pero en este caso no había nada escrito.

-Se sentó frente al piano y…

-Así es. Este disco lo hice mientras estaba dedicado la producción y los arreglos del último disco de Eugenia León (Tatuajes). Cada mañana, como por disciplina, improvisaba algo, y lo iba guardando. Al año y medio que terminé aquella producción lo saqué, y dije ¡diablos!, esto me gusta.

Fue bueno haberlo escuchado esas grabaciones en retrospectiva; me llevé una gran sorpresa. De repente tenía como tres horas y media de música grabada, y entonces escogí lo que me parecía más representativo de lo que soy ahora como pianista y como compositor, creo que en él se puede percibir bien de dónde vengo y para dónde voy. Es un parte aguas para mí mismo.

Hay cosas composicionales que si me las hubiera planteado quizá no las hubiera hecho, pero en cambio aquí están plasmadas. Cada vez que oigo este disco me asusta la idea de no haber llegado a grabarlo porque por años me la he pasado improvisando.

-¿Qué proceso sigue una obra suya? Pensemos en Funeral, por ejemplo ¿Cuando la escribió ya tenía el título?

-El proceso fue totalmente al revés (ríe). Los nombres vinieron después. Me acuerdo que cuando las guardaba (las obras) les ponía un nombre para identificarlas, y muchas tienen el nombre original; por eso el disco se llama Impulsos, porque todo respondía al primer impulso, a la primera idea.

Cuando escribí Funeral estaba un poco triste por circunstancias familiares; lo refleja ese tema. En tres meses sufrimos bajas considerables; se nos fueron seis gentes, por algo plasmé esos estados de ánimo.

Además, de repente, recibí la llamada de que un amigo, el ingeniero de sonido que me grabó el disco anterior (Rodolfo Cruz), fallece de cáncer y le dedico un tema que se llama Hasta pronto. Recuerdo que esa mañana tan pronto recibí la noticia, prendí la máquina, y compuse esto.

Lo que te puedo decir del proceso, entonces, es que no tenía melodías ni estructura previas, pero sí emociones.

-Comprendo. En Impulsos hay piezas que tienen cierto toque de música de cine.

-Quizá. Escucho mucha música de cine. Veo las películas dos o tres veces, no porque no la haya entendido, sino porque la veo en distintas etapas. La primera, para tener una impresión; después me concentro en la parte que me interesa, la música, y analizo cómo encaja en el contexto de la historia. Luego veo cómo está hecha y de qué se trata.

Así que tengo mucha influencia de la música de cine, reconoce. De hecho, explica, muchas de las emociones que llevo a la música son imágenes, aunque algunas son meramente virtuosísticas, desde luego, pero otras son mucho más reflexivas. Funeral es una de ellas. Uno de mis sueños es hacer música de cine, confiesa, y creo estar en el camino de poder hacerlo. Cuando tenga la primera oportunidad, por supuesto que la voy a tomar.

-¿Con la estructura del disco Impulsos pretendía armar algo semejante a una historia, o el hecho de poner un epílogo fue casual?

-No, ninguna historia. Es un epílogo a toda esta locura.

-Los títulos de las piezas, sin embargo, sí remiten a la consecución de experiencias, sensaciones, ideas…

-No es fácil captar estas cosas a primera instancia. Efectivamente, el disco tiene toda una parte autobiográfica. Se trata, realmente, de un disco autosonográfico. Yo creo que un musicoterapeuta me analizaría perfectamente escuchándolo. Si alguien quiere saber quién soy yo, que oiga esta música. Aquí está dicho cuáles son mis perspectivas como músico y también como persona. Cómo miro la vida, qué me gusta, qué me duele…

-Gilberto Pinzón planteó en la conferencia de Alain Derbez (en el marco del Festival Internacional de Jazz) que los jazzistas mexicanos deberían tocaran más regularmente la música de los compositores del país. Para lo cual se requiere editar urgentemente, según él, un libro de partituras de varios autores. ¿Qué piensa al respecto? ¿Sus partituras están disponibles?

-El planteamiento de mi colega es muy acertado. En mi caso, me estoy abocando a componer y promover mi obra, y creo que todos estamos en lo mismo. Por lo pronto, a mí me parece fundamental que ya hayamos conseguido dedicarnos a la obra personal, como es mi caso. Eugenio (Toussaint) y Enrique (Nery) están componiendo muchísimo, pero nosotros mismos tenemos que promover nuestra propia obra, ya que todavía no rebasamos la etapa en la que podamos pensar que la obra mexicana es tan basta como para prescindir de la norteamericana. Tan pronto se establezca la identidad de cada músico, en ese momento los demás van a empezar a buscar nuestra obra, seguramente.

Al final, con el compromiso de tocar unas horas más tarde, Héctor Infanzón habla de que el mundo corre muy rápido y, por fortuna, los amantes del jazz en México son cada vez más exigentes debido a que manejan mayor información.

En suma, reconoce, vivimos un buen momento. Nos toca hacer nuestros propios discos, expandir nuestra propia voz.


Tracklist:
Pensándolo Bien
El Vago
El Atraco
Peggy's Blue Skylight
Invitation
Regreso
Mientras Duerme La Ciudad
Codigo Postal
Piano Parlante
Azucar

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